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La segunda matanza de La Alberca
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CRONIQUILLA Y NECROLOGIOS (XVIII)

La segunda matanza de La Alberca

Actualizado 20/08/2016
Ángel Iglesias Ovejero

La piadosa madre del fugitivo Baldomero ya no pedía a "la Santísima Virgen de los Dolores" que su hijo escapara con vida de la persecución, sino "su conversión"

En la mencionada saca fallida de algunos albercanos el día 12 de agosto (ver croniquilla), además de Gregorio CILLEROS, salieron con vida otros tres vecinos, que finalmente serían asesinados el día 20 del mismo mes. Según el P. Hoyos, estos fugitivos se ocultaron en la Sierra. Se sospechaba que algunos vecinos del pueblo los proveían. El cuñado de uno de ellos fue detenido y, ante la amenaza de ser eliminado él mismo, los delató y se prestó a la captura. En un informe procesal, de fecha 22 de agosto de 1936, el alcalde militarista José Mª Hoyos declara casi explícitamente que Baldomero CALAMA, Braulio GARCÍA y Faustino HERNÁNDEZ fueron primeramente sacados con el pretexto de su conducción a la Comandancia Militar, pero consiguieron fugarse a los montes aledaños, hasta que fueron capturados por falangistas de la localidad, quienes los "volvieron a entregar a los jefes de la 3ª y 4ª Falange" (C.359/36: 13). Y de nuevo con el mismo pretexto de un intento de fuga los ejecutaron clandestinamente en "la dehesa de Zarzosillo", término de El Cabaco, en cuyo cementerio fueron enterrados sus cadáveres (act. def. 22/08/36).
Baldomero CALAMA HERNÁNDEZ (a) "CHISPA", de 40 años, hijo de Ramón y Vicenta, soltero, jornalero (quizá electricista). Antes de la primera saca fue detenido por la Guardia Civil (06/08/36), que, por estar enfermo, lo dejó en arresto domiciliario.
A esta víctima y en parte a sus compañeros de infortunio les dedica unos párrafos, llenos de contrastes, el dominico P. Hoyos, que, sin aportar prueba alguna afirma: "Tuvo éste fama de matón en el pueblo. De resultas de diversas pendencias llegó incluso a estar en presidio. Ignoramos la culpabilidad, pero consignamos el hecho. A su regreso debió tal vez simpatizar con los elementos extremistas. Lo cierto es que fue detenido y se le destinó al paseo fatídico" (ibídem). El P. Hoyos, siempre dispuesto a poner de relieve los hechos admirables y providenciales, reintroduce aquí uno de ellos, con el cual se inicia este relato, para él ejemplar y para el común de los lectores quizá algo difícil de comprender. La piadosa madre del fugitivo Baldomero ya no pedía a "la Santísima Virgen de los Dolores" que su hijo escapara con vida de la persecución, sino "su conversión". Un deseo que no tardaría en cumplirse gracias principalmente a la diligencia de sus ejecutores, quienes obligaron al vecino detenido y amenazado a que llevara las provisiones a la cabaña convenida de la torrentera del Calvario y avisara a los fugitivos con la señal de que no había peligro, mediante un farol encendido. Los tres fugados fueron sorprendidos por "la fuerza armada" mientras cenaban. Sus captores los obligaron a "una manifestación pública en medio de la Plaza", antes de ejecutarlos. Añade un detalle de humor tragicómico o de patetismo en la conducta de Baldomero, pues cuando le mandaban dar vivas a España, a veces se los daba a Azaña. Esta gracia no le serviría de mucho, pues a los tres lo

s condujeron hacia la carretera de Béjar, donde todavía el primer tiroteado se hizo el muerto, sin que tampoco esta nueva gracia tuviera efecto, porque los ejecutores comprobaron que vivía, "al hacer caer las descargas sobre los otros, ya que levantó un tanto la cabeza". Y el P. Hoyos termina poniendo nota al buen ejemplo que dio Baldomero antes de morir, no ya convertido, sino trasformado en predicador, con un santo cristo en la mano y tanta elocuencia que "enterneció a los presentes (?), al parecer forasteros" , sin que éstos le perdonaran por ello la vida. De este relato ejemplar se deduce que, según el P. Hoyos, entre los ejecutores había gente impresionable y sensible a la retórica religiosa, pero el Dominico no llega a decir que tuvieran que forzar sus sentimientos para ejecutar a los vecinos de La Alberca.

Braulio GARCÍA GUZMÁN, de 29 años, hijo de Braulio y de Lorenza Guzmán, jornalero, casado con Cristina Martín Iglesias, padre de tres hijos menores.
Faustino HERNÁNDEZ MAÍLLO, de 31 años, hijo de Francisco y Luciana, jornalero, casado con Ignacia Cilleros Martín, padre de dos hijos menores y otro póstumo.
Según el registro civil de La Alberca hubo otro asesinado en diciembre de 1936:
Rufino ANAYA EXPÓSITO (quizá no fuera apellido), nat. Ciudad Rodrigo, domiciliado en La Alberca, de 39 años, hijo de padres desconocidos, maestro y jornalero, concejal, casado con Ángela Martín García, padre de cuatro hijos, además de una niña adoptada (ASMJ). Falleció en La Alberca el 19 de diciembre de 1936, "ejecutado a consecuencia de la guerra civil española de 1936 a 1939" (act. def. 22/12/79, según "auto del Juez de 1ª Inst. e Instr. de Béjar recaída en el exped. nº 45-79", RCLA). Según la ficha carcelaria de Salamanca, al ponerlo en libertad quedó a disposición del Gobernador Militar. Sería víctima una saca.
El necrologio albercano también cuenta con alguna víctima "indirecta":
Mauricio GÓMEZ GIL, de 37 años, hijo de Manuel y Nicasia, albañil, casado con Teresa Torres Sánchez, padre de seis hijos (uno de ellos quizá habido en alguno de sus dos matrimonios anteriores). Acusado, casi con seguridad falsamente, de haber amenazado con una pistola al ex alcalde militarista J. Mª Hoyos, fue detenido en La Alberca (05/03/38), ingresado en la prisión de Salamanca (10/03/38) y, con presuntos síntomas de esquizofrenia (afirmaba que el ex alcalde lo había amenazado a él, como era muy probable, porque J. Mª Hoyos se había quedado con un arma al principio del Movimiento), fue traslado al manicomio provincial, donde falleció (22/12/38), sin constancia del tratamiento que recibiera ni del lugar de enterramiento de su cadáver (Dil.LA/ ma.38, ASMJ).
En la represión incruenta hubo otras víctimas albercanas:
- 11 presos o detenidos
- 2 maestros procesados.
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