Desde Covadonga con amor

Hoy, 20 sacerdotes misioneros de toda España, varios de ellos todavía trabajando en América, hemos terminado un encuentro de cinco días, según costumbre anual, en la Casa Diocesana de Ejercicios de Covadonga, Asturias. Nos orientó el primer día en nuestras reflexiones el obispo de Ciudad Rodrigo, Don Raúl Berzosa, confrontándonos con las enseñanzas y los testimonios del Papa Francisco sobre el rostro de Dios de la Misericordia, con ocasión del jubileo convocado por el mismo Papa, y llevándonos a la práctica de las Obras de Misericordia como fruto del mismo jubileo.

En definitiva, hemos reflexionado sobre la práctica misionera del sacerdote diocesano, que es una práctica de amor para con los más necesitados, y los que no encuentran en la persona de Cristo el motivo de alegría y de esperanza, que Él mismo nos ofrece desde lo alto de la Cruz del Calvario como fruto de su amor por todos los hombres.

Es una actitud que contrasta con tantos egoísmos, avaricias y violencias, que manipulan la libertad del hombre y lo reducen a la condición de esclavo de sus propias pasiones e intereses, cuando no de los abusos de poder del que tiene autoridad o abusa de su situación privilegiada de poder. Ante la violencia y la guerra, tan generalizada hoy, el Papa Francisco nos exhorta a llevar adelante la práctica del amor y la misericordia, como la única solución para progresar por los caminos de la paz.

Realmente es una gozada de paz la que se encuentra y se vive en este sagrado recinto de la Cueva Santa de la Virgen de Covadonga, a la que sus devotos asturianos califican con el delicado apelativo de la Santina. Nosotros nos hemos empapado de la gracia y paz del lugar, incluso celebrando una misa en la misma Sagrada Cueva, y hasta gozando de un delicioso concierto en el órgano realejo de la colegiata, ofrecido por el organista de la basílica de los recintos santos de Covadonga.

También hemos gozado de las riquezas artísticas, culturales y religiosas, de fe, de la catedral de Oviedo y de su Cámara Santa, que cuenta con tan preciosas reliquias como la sábana santa del Señor, similar a la que se venera en Turín.

Y qué decir de las bellezas naturales de los Picos de Europa, tan concurridos por la garganta del Cares, como por el multitudinario acceso al teleférico de Fuente De. No nos fue posible acceder al mismo porque ello suponía una espera en cola de una hora y cuarto, cuando los números de orden habían superado ya los casi dos mil visitantes.

La naturaleza, la ayuda feliz de la oración y de los espacios de silencio, son ciertamente manifestaciones de amor, tanto del hombre como de la misma naturaleza por él cuidada con maravilloso mimo, aunque no siempre sea fácil sustraerse a los abusos de algunas personas inconsideradas con estos lugares tan sagrados como la naturaleza misma.

El amor de los misioneros, 25 en total, de Argentina, Brasil, Nicaragua, Guatemala, Cuba y los Estados Unidos, bien merecía un tanto de descanso en su tierra natal y con sus familiares, tan dispuestos a corresponder a los suyos con el mismo amor familiar con el que ellos se han visto beneficiados, y el que practican y enseñan como parte de sus tareas evangelizadoras en pueblos tan distantes en kilómetros, pero tan cercanos en el habla, las costumbres y las tradicionales prácticas religiosas propias de la fe cristiana.

Por eso hoy me complazco en contar mis recientes experiencias, en medio de este grupo de amigos, más, de hermanos, que nos hemos cobijado durante unos días a la sombra de la Cueva Santa bajo la mirada maternal y amorosa de la Santina, que aún recuerda los inicios de la reconquista frente a los musulmanes por el rey don Pelayo, y que nos garantiza hoy vencer a nuestros enemigos con las armas del amor y de la entrega. Me complace escribir desde los plácidos espacios "de Covadonga con amor".