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Castillo del Buen Amor
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Un amplio reportaje gráfico de la fortaleza encantada de Villanueva de Cañedo (Topas)

Castillo del Buen Amor

Actualizado 22/07/2016
Redacción

¿Acaso no es hermoso preservar el paño de la historia? ¿Qué pecado alberga una posada encantada? ¿Dónde la belleza encendida de las tardes? El prodigio del aire deja escritas palabras llenas de ardor: Hallarás un refugio en sus brazos, un racimo de amor

¿Acaso no es hermoso preservar el paño de la historia? ¿Qué pecado alberga una posada encantada? ¿Dónde la belleza encendida de las tardes? El prodigio del aire deja escritas palabras llenas de ardor: Hallarás un refugio en sus brazos, un racimo de amor envuelto en los gruesos muros de la fortaleza y del silencio de las encinas.

(

Jclp)

La 'Mirada' de SALAMANCArtv AL DÍA en este penúltimo viernes de julio viene de la mano del gran fotógrafo Manuel Lamas, notario de la realidad desde la luz natural de las cosas. Los lectores del periódico podrán disfrutar de un amplio reportaje gráfico sobre el Castillo del Buen Amor, en el marco de la serie que este gran profesional viene realizando sobre parajes, espacios y recintos de interés en Salamanca.

Historia del Castillo del Buen Amor

El Castillo de Buen Amor es también conocido como Castillo Villanueva de Cañedo o Castillo de Fonseca. Fue originariamente una fortaleza  militar y las primeras informaciones datan del año 1.227 DC, cuando Alfonso IX de León permuta este lugar, con el caballero santiaguista don Enrique de Sardina por la heredad de Ortazas en Ciudad Rodrigo.

En 1447 perteneció al conde de Alba de Tormes que, en 1476, ya siendo duque de Alba, entrega la localidad de Villanueva de Cañedo con su castillo a los Reyes Católicos, a cambio de la de San Felices de los Gallegos, como un episodio más dentro de las luchas, capitulaciones e intrigas habidas en Castilla durante la conflictiva sucesión de Enrique IV.

La leyenda popular denominó al Castillo-palacio como del Buen Amor al convertirse éste en propiedad del Arzobispo de Santiago Don Alonso de Fonseca,  y su amante Doña María de Ulloa . Sin embargo, estudios recientes revelan que el artífice de la obra gótica fue su homónimo en nombre y apellido Don Alonso de Fonseca Quijada, primo del Arzobispo y también Obispo de Cuenca, Ávila y Osma (lo adquirió en 1.477 de Alfonso de Valencia, a quién lo habían donado los Reyes Católicos  un año antes, en recompensa por haberles entregado la ciudad de Zamora, durante la guerra civil por la sucesión en el trono de Castilla en que se enfrentaban Isabel La Católica  y Juana la Beltraneja). El Obispo Fonseca  transformó el Castillo en su Palacio, donde convivió con su amante, Doña Teresa de las Cuevas, con quien tuvo cuatro hijos: Gutierre, Fernando, Ana e Isabel. El primogénito Gutierre fue legitimado por los Reyes Católicos en 1492 beneficiario del mayorazgo por decisión de don Alonso pocos años antes de morir.

Sobre el personaje de don Alonso Fonseca, iniciador de la casa de Villanueva de Cañedo, sabemos que fue un ferviente seguidor de los Reyes Católicos y capitán del ejército que tomó la ciudad de Toro en 1476 una cadena labrada en piedra sobre un escudo del Obispo, a la entrada del Castillo revela que allí moró el Rey Fernando, y además de sus inquietudes políticas y militares, fue el introductor del Renacimiento en dicha ciudad, ya que todos los edificios, excepto los financiados por él, se construyen en hispano flamenco.

Don Alonso y Doña Teresa fueron enterrados en torno al año 1506, en el monasterio de San Ildefonso en la ciudad de Toro, aunque en lugares diferentes, yaciendo el obispo en la capilla principal y su amante en la otra capilla del mismo monasterio junto a Doña Isabel Quijada, madre de don Alonso.

En 1615, Felipe III concede el título de primer conde de Villanueva de Cañedo a don Antonio de Fonseca y Enríquez Freire de Andrade y Gúzman, Caballero de la Orden de Santiago, descendente directo del Obispo de Ávila.

La profusión heráldica del escudo con las cinco estrellas en sotuer, del apellido Fonseca, dentro y fuera del castillo, indujeron a ciertos errores en la atribución de la personalidad del promotor de la fortaleza. En un primer momento se dio por seguro que el castillo perteneció a don Alonso de Acebedo Fonseca, arzobispo de Santiago y patriarca de Alejandría, llamado Fonseca II, pero hoy no hay duda de que el fundador fue su homónimo, el mencionado don Alonso Fonseca Quijada, hijo del Pedro Fonseca e Isabel de Quijada y primo de Alonso Acebedo Fonseca, conocido por Fonseca II, ambos a su vez sobrinos de Alonso de Fonseca y Ulloa, arzobispo de Santiago y Sevilla, Fonseca I.

Posteriormente, el Castillo deja de pertenecer a los descendientes de Fonseca y pasa a pertenecer al duque de Sexto, conde de Grajal y marqués de Alcañices y sus herederos hasta principios del s. XX. Posteriormente, el pueblo de Villanueva de Cañedo desaparece, surgiendo una dehesa en sus inmediaciones, y los vecinos de las zonas cercanas utilizan los sillares de la fortaleza para construir sus casas.

En los años 20, fue propiedad del marqués de Ivanrey, Fernando Soriano y Gaviria Moreta y Gutierrez, diputado de las Cortes por Peñaranda de Bracamonte y senador vitalicio del Reino. Siendo él su propietario, el Castillo es declarado Monumento Histórico Artístico por Decreto de 3 de junio de 1931.

A pesar de este reconocimiento, en esta época el castillo no tiene gran consideración para sus propietarios, siendo la finca a la que pertenece, de más de 1000 ha, la que realmente tiene un valor económico elevado. De hecho, hasta mediados del s. XX el Castillo era utilizado como almacén agrícola, actividad principal de la zona. El estado de abandono fue tal que en la torre del homenaje, completamente desmochada, llegó a crecer una encina y en 1933 sufrió un espantoso incendio que acabó con parte de las techumbres de los pisos superiores.

En 1957, el Comisario General del Patrimonio Artística Nacional, Francisco Iñiguez Almech, avisa en su Informe de 6 de febrero, de Paz de la situación de ruina en la que se encuentra el Castillo, así como de la prohibición de retirada de piedras ni de cualquier elemento que pudiera acelerar aún más la ruina del edificio. En el Informe se urge además al arreglo de algunas zonas de las cubiertas, cuyo abandono podría ser causa de una ruina inmediata. Sin embargo, estas advertencias son desoídas por el entonces propietario.

Es en estas circunstancias, cuando en 1958 pasa a ser propiedad de la familia Fernández de Trocóniz, que procede a su urgente restauración. De esta forma, con el asesoramiento y dirección técnica del arquitecto de la Comisión Provincial de Monumentos, Fernando Población, se lleva a cabo la reconstrucción y restauración del Castillo, con la aprobación de la Dirección General de Bellas Artes. Las obras se inician en 1959.

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