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De la izquierda reformista a la izquierda cultural
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De la izquierda reformista a la izquierda cultural

Actualizado 09/06/2016
Redacción

Cuando estamos a punto de comenzar una nueva campaña electoral, conviene recordar que la justicia social debería ser una de las prioridades básicas de la agenda política. Sobre ella me pidieron que hablara la semana pasada, enfocándola desde la gestión cultural. Aproveché la oportunidad para analizar la relación entre justicia social y política cultural. Al menos hay dos caminos; uno corto que se limita al análisis de los documentos y las prácticas de la Secretaría de Estado de Cultura vinculados con lo que se ha llamado "Marca España", y otro largo que exige distinguir entre "izquierda reformista" e "izquierda cultural".

Esta última distinción parece cada día más necesaria y urgente porque los agentes del cambio social o político no tienen muy claro el concepto de cultura con el que están operando. Utilizo esta distinción con el enfoque y la perspectiva que aparece en la ética política que he llamado de los "dos Ricardos". Richard Sennett y Richard Rorty reconocen la necesidad de acudir a la Ética hermenéutica para pensar con radicalidad los desafíos de la Economía política y la Política económica.corrosión del caracter

Sennett ha mostrado la necesidad de pensar el trabajo en términos éticos y narrativos, para no reducirlo a su dimensión instrumental y caer en las garras de la mercantilización despiadada. Ha pedido que la ética democrática recupere el poder de la historicidad y la narración, exigiendo que los políticos lean algo más, sobre todo a filósofos de la talla de H. G. Gadamer, E. Levinas, P. Ricoeur o A. MacIntyre. Recordemos las páginas finales de su ensayo La corrosión del carácter:

"?el uso de la palabra "nosotros" se ha vuelto un acto de autoprotección. El deseo de comunidad es defensivo (? ) Cuando la gente se siente avergonzada de estar necesitada, puede ser decididamente más desconfiada de los demás?el tono ácido de las discusiones actuales sobre necesidades de bienestar social, derechos sociales y redes de seguridad está impregnado de insinuaciones de parasitismo, por un lado, y se topa con la rabia de los humillados, por otro. Cuanto más vergonzosa sea la sensación de dependencia y limitación, más se tenderá a sentir la rabia del humillado. Restituir la fe en los demás es un acto reflexivo: requiere menos miedo a la vulnerabilidad propia."

Rorty ha mostrado con vehemencia que para pensar la justicia social tenemos dos modelos de izquierda. Por un lado está lo que él llama una "izquierda reformista", así descrita porque construye un programa de reformas enraizado en los precios reales de las cosas, en la fuerza de las sociedades frente a los mercados, se fija en prácticas sociales de mejora concreta y desprecia las políticas revolucionarias, académicas y panfletarias. Gran parte de la izquierda actual no se mira en esta izquierda reformista sino en una izquierda cultural de matriz sesentaiochista, que se pone en marcha desde un mundo académico donde se considera que cuanto mayor es el grado de abstracción más se subvierte el orden establecido.

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Esta izquierda cultural ha sustituido a Marx por Freud, se ha especializado en políticas de la diferencia con la bendición del capital global. En lugar de tomarse en serio la elaboración de leyes justas, utiliza el género en las normas para profetizar el colapso de un sistema que gozosamente los financia. En lugar de preocuparse por los indigentes, los desempleados, los excluidos o las víctimas, se preocupan por la invisibilidad malévola, biopolítica y pansexual de un poder ubícuo. Les preocupa más cualquier motivación psicosexual profunda que el egoísmo o la codicia descarada y evidente.

La izquierda cultural de los sesenta sigue viva en Europa y muestra diariamente sus contradicciones, sobre todo cuando emergen cuestiones como la violencia, el hambre, la vulnerabilidad y el perdón. Los atentados contra el semanario Charlie Hebdo, la sala Bataclan en Paris o la estación del Norte en Bruselas han mostrado una izquierda culturalmente contradictoria.

De la izquierda reformista a la izquierda cultural   | Imagen 3

Les bourgois de Calais, Rodin.

Esta izquierda simplemente cultural no sabe cómo gestionar la instrumentalización simbólica de la violencia; defiende planteamientos relativistas en la fundamentación ética de la democracia; critica el monoteísmo religioso endiosándose a sí misma. No saben cómo articular un patriotismo cosmopolita y, sobre todo, han dado la espalda a políticas reformistas de justicia social. A pesar de llenárseles la boca con el bien común o la igualdad de la mediocridad, el rasgo fundamental de las nuevas izquierdas culturales ha sido su dedicación enfermiza a una ingeniería social alimentada por el epidérmico y etéreo simbolismo de la diferencia, el resentimiento y el emocionalismo.

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