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El resumen...

Actualizado 06/01/2016
Miguel Mayoral

Los días pasan y los ciudadanos acusamos la crisis entre el cansancio y la acritud. Por un lado algunos preferiríamos no leer ni escuchar ninguna noticia. Pero al final acabamos escuchando o leyendo para ver que se cuece. Pero, ¿realmente sabemos lo que sucede?

[Img #518042]Si sabemos que España ha sido y sigue siendo, como decimos en Castilla, "La Casa de tócame Roque". En que la algarabía y el descontrol campaban a sus anchas. Actitud propia de quiénes afirmaban, como alguna exministra, que "el dinero público no es de nadie, de corruptos que no se arrepienten pues tienen las alforjas llenas mientras descansan a la sombra, y de gobernantes que miran más por los votos que por los españoles. Hay más dichos de la sabiduría popular castellana como el que dice: "No compres a quién compró, compra a quién heredó, porque el que ha heredado, no sabe cuánto ha costado reunir un pequeño capital y lo malgasta".

El que compró o compra con su esfuerzo sabe cuánto esfuerzo supone, prosperar, trabajando y mantener lo comprado. Se ha despilfarrado dinero a manos llenas. Ahora estamos y seguimos solos.

¿Aprenderán algún día los partidos a usar las palabras y los términos exactos? ¿A explicar la realidad sin maquearla como se dice ahora? Para ellos todos somos compañeros, todos somos iguales, eso sí cuando el que habla o toma la batuta está arriba. La realidad es que todavía están discutiendo lo de los "miembros" y "miembras", y para mayor pena no distinguen "soldado" de "soldada".

Los partidos nacionalistas nos muestran su malestar con los presupuestos, con el derecho a decidir, con la mentira de una futurible independencia como granujillas de mercadillo para chantajear al gobierno de turno, y poder tapar sus vergüenzas. Unos y otros parece que ahora no ofrecen sus votos, los venden, y ahora resulta que a lo mejor no tienen comprador. Los ciudadanos, españoles todos como decían antaño, deberíamos cerrarles el negocio esta vez. Llevamos varias décadas atribuyendo a los nacionalistas más inteligencia que la que les cabe en su triste neurona. Tendríamos que tener esperanza alguna vez para asistir al momento en que las mayorías gobiernen sobre las minorías. Es decir, a la verdadera democracia.

Hoy nos podemos preguntar: ¿Quién ha negado el acceso a la eduación de las familias? La respuesta es muy amplia. Una cosa es un puesto en un pupitre y otra cosa han sido las leyes conocidas monopartidistas que desde 1982 han dado acceso a todos a una educación de bajo nivel y sin valor alguno, que es algo a estas alturas muy difícil de reformar porque la sociedad ya tiene asumido el slogan del "todo vale" o el "da igual" o "el esfuerzo cero". Ello ha dado como resultado varias generaciones de una amplia mayoría que no lee, iletrada y que carece de una rápida capacidad de análisis.

El mayor problema es que más allá de la demagogia y la tentación populista, existe una cosa que se llaman cifras, números, matemáticas, finanzas, mercados de deuda, tipos de interés, compromisos internacionales, cifras de competitividad, mercado de derivados, costes, presupuestos, etc. Cosas aburridas y con poco gracejo, pero indispensables para que funcionen las cosas. El problema está en que los ciudadanos de a pie no suelen tener mucha idea de la sala de máquinas de un Estado y menos de cómo funciona, y el político de la tribuna, sabiendo cómo funciona, calla la mitad y agita a las masas para que aplaudan su opera particular.

Una gran mayoría de ciudadanos, como históricamente hemos visto, tiende a creer que el dinero brota del Estado como agua de manantial, y que al partido gobernante de turno le gusta recortar porque es cachondo y "quieren acabar con todo" porque da un morbo especial. Lema de la profundidad intelectual de un charco, y que creen que vale para un roto y un descosido.

Es sabido de que el dinero de los contribuyentes debe o debería revertir en los contribuyentes. Eso es lo que debería suceder en todos los países democráticos del mundo. Lo que si es patente es el pesimismo indignado ante una falta de soluciones o de liderazgo, incluso terror al futuro, que se respira por todas partes, y que, en verdad, puede llevar o va llevando a la separación entre clase política y ciudadanos.

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